19 de Septiembre del 2004. Se enfrentaban Independiente y Boca en Avellaneda. El xeneize se había puesto 1-0, pero en una ráfaga y con dos
goles de “Pocho” Insúa, Independiente lo dio vuelta. Tras el segundo gol, el mono festejó totalmente descontrolado, saltando, gritando
el gol con los dos puños cerrados y revoleando trompadas en el aire. Corriendo
hacia la hinchada del Rojo casi al borde del éxtasis.
Tan así fue la cosa, que en el Clausura siguiente fue
recibido en la cancha de Boca con una estruendosa silbatina y una inolvidable
lluvia de consoladores desde la segunda bandeja de Casa Amarilla.
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